La historia de un recuerdo.
No es que pretenda exponer sus hechos, solo sacar lo más bonito de aquella anécdota. Hacerle ver al mundo entero lo apasionante que puede ser todo con música de acompañamiento, como cambian las cosas, como cambia la forma de verlas y como cambia el humor.
Y ya que se habla de música y de humor puedo contar la historia de un recuerdo que por estos tiempos vino a la cabeza.
Sus labios secos y sin color, su pelo negro y rizado con poco brillo y su apariencia de una muchacha de pocos recursos estaba sentada en un banco de los muchos que había en la ciudad.
La mirada cabizbaja y luciendo arrepentida no se daba cuenta de la hermosura que se escondía dentro de ella. Los niños jugaban al balón, las niñas como ella se dedicaban a los cotilleos y a vestir a sus muñecas con vestidos rosas, labios jugosos y sus melenas rizadas con un brillo intenso.
Todo alrededor de ella estaba limpio sin embargo no lo veía así, ni si quiera a los varones atractivos que pasaban delante y que de vez en cuando se reían, a saber si era de ella.
El caso es que a ella no le importaba nada de eso, estaba sumida en un profundo sueño dormido del que no desearía salir. Se veía bailando y diciendo que sí, que ella puede bailar toda la noche entonces sus labios eran de color rojo, sobre sus hombros caían aquellos rizos definidos y deslumbrantes. El vestido era algo que resaltaba su esbelta figura, por encima de las rodillas con palabra de honor y un color blanco.
Las luces del escenario eran plateadas, al estilo de los setenta y por supuesto que estaba aquella pelota de discoteca dando vueltas y aquella chica daba vueltas igual que la pelota.
Después de un largo baile decidió sentarse para tomar una bebida refrescante, alguien se sentó al lado de ella. Simplemente era un hombre, pero no un hombre cualquiera, era un hombre cautivador.
Él le preguntó:
- ¿Puedes bailar?
A lo que ella respondió:
-Sí señor, yo puedo bailar. Pero necesito una canción segura, puedo bailar y bailar toda la noche. Sí señor puedo bailar - lo dijo con ilusión y mirando sus ojos.
Su mirada la encerró en el mayor deseo y quiso apartar la mirada. Al hacerlo todo desvaneció y se volvió oscuro, hostil.
Se apoyó en el respaldo del banco dejando su mundo imaginario y volviendo al lugar donde no habían luces ni música de acompañamiento a todas horas.
Quiso llorar no obstante al lado de ella se escuchaba una música un poco lejana, una música de radio que era precisamente la que estaba bailando.
La muchacha de pelo no brillante se giró para mirar a la persona que estaba sentada en el otro extremo del banco. Era un hombre, un hombre cautivador que marcaba el ritmo de la música con el pie.
Este la miró y ella cayó en sus pupilas hasta el fondo de su corazón.
-Yo puedo bailar - cantó al son de la música.
Estaba desconcertada y le pareció raro que un hombre se pusiera a cantar delante de ella y mirándola, lo más raro de esto era que ese hombre era el de la discoteca. ¿Cómo?
Apartó la mirada, la volvió alzar.
-Sí señor, ya te lo dije la primera vez. Yo puedo bailar.
En el banco ya solo quedaba ella, quiso ir detrás de él y decirle lo mucho que lo había amado nada más mirarlo, pero comprendió que no podía.
Su vida desde ese momento cambió, comprendió que mirando el mundo como ella lo estaba mirando en su imaginación podría serlo en realidad,que podría transformarlo.
Frecuenta discotecas y por mucho tiempo que pase le gustaría volver a encontrarse con él.
Cuando le preguntas por aquel hombre, ella no te sabe describirlo con palabras. Dice que no tiene palabras existentes que lo puedan describir, su mente lo tiene guardado y es el único modo de verlo. Ese hecho con aquel hombre, esa historia con él, se esconde en un recuerdo.
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