viernes, 24 de febrero de 2012

Desde que era pequeña me gustaba redactar, crear cuentos, imaginarme en un bosque frondoso en el cual yo estaba leyendo y a la vez mirando al cielo deseando poder tocarlo. El inconveniente de eso era que tenía vértigo y la idea de las alturas me atemorizaba, hasta que por destino, si es así como quiero llamar a esa coincidencia, me subí a la torre más alta de aquellas casas del parque. Iba a tocar el cielo con mis manos y cuando lo iba a conseguir, desperté. Desde ese momento supe que ya no tenía miedo a las alturas, que ya no me rilarían las piernas cada vez que iba a tender la ropa, que podía asomarme al balcón sin que sintiera ese cosquilleo asqueroso dentro de la pierna derecha. Y podía seguir mi camino en ese sueño despierto, creando cuentos e imaginándome tocando el cielo , aun así la felicidad no es eterna y el sueño a veces se convierte en pesadilla.

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